Al cinema se le conoce como el séptimo arte. Cada año nos sorprende con nuevas obras que emocionan y conmueven el público. A veces, dentro de las varias experimentaciones que se llevan a cabo en el mundo cinematográfico, se puede producir algo mágico. Loving Vincent es precisamente una de estas magias: un encanto de técnica cinematográfica que tiene sus raíces en su mundo de origen, es decir la pintura.
Loving Vincent es un proyecto pequeño y a la vez colosal creado por Dorota Kobiela, una artista polaca, y Hugh Welchman director (que ganó un Óscar para Pedro y el lobo en 2006), que además es su pareja en la vida real. Hemos dicho que es un proyecto pequeño porque, como a menudo ocurre para las mejores películas, se le da muy poca visibilidad en los medios y salas de cine; colosal porque es el resultado de 5 años de trabajo, más de 62.450 fotogramas y 12 pinturas a óleo por cada segundo. Pintura al óleo, sí. De hecho el eslogan que ha lanzado el estreno cinematográfico es: The first fully painted feature film in the world – Bringing the paintings of Vincent van Gogh to Animated Life. Se trata en efecto de la primera película del mundo en ser pintada sobre lienzo, sin emplear ningún efecto especial. Y hacer revivir las pinturas de Vincent van Gogh requirió el trabajo de 124 pintores desde todo el mundo que, tras asistir a cursos intensivos para aprender a utilizar la aplicación Painting Animation Work Station, llegaron a los estudios de Danzica y Wroclaw en Polonia donde por 5 años pintaron cuidadosamente, óleo sobre tela, cada uno de los 62.450 fotogramas que componen la pieza, adaptando las obras de van Gogh.
Loving Vincent es una película biográfica que cuenta los últimos años del pintor Vincent van Gogh basándose en más de 800 cartas personales que el artista envió a amigos y parientes. La película se inspira en 120 pinturas de van Gogh e incluye en la narración los personajes de esos retratos. Por supuesto, las ambientaciones de cada escena también se inspiran en las obras más famosas de van Gogh. Y así toma vida El dormitorio en Arlés (1888), La noche estrellada (1989) y Campo de trigo con cuervos (1890), para citar algunos ejemplos. Sin embargo, esta operación no es una novedad en absoluto: ya en 1990 el director Akira Kurosawa dirigió Yume (Sueños), una película que se divide en ocho segmentos correspondientes a ocho sueños del propio director. La película cuenta la vida de Kurosawa y algunos episodios que representan varias épocas de su vida, desde la infancia hasta la muerte. El episodio número cinco, titulado Cuervos, es una verdadera declaración de amor a Vincent van Gogh, al que Kurosawa le consideraba el más japonés entre los pintores occidentales.
En este episodio el álter ego del director entra literalmente en los cuadros del pintor gracias a los efectos especiales realizados por la Industrial Light and Magic de George Lucas. La nueva obra de Kobiela y Welchman, en cambio, da vida a los personajes de los retratos de van Gogh: el doctor Gachet, su esposa Marguerite, Adeline Ravoux, el querido Pere Tanguy, Louise Chevalier, el doctor Mazery, cada uno personificado por un actor muy parecido al personaje del retrato, que luego las manos de los pintores han incluido en las escenas.
Más allá de la belleza de los retratos y de los paisajes, el sentido de la película es vehiculado también por las músicas originales de Clint Mansell, compositor de las bandas sonoras de importantes filmes como El Cisne Negro, Moon y Pi, fe en el caos.
Loving Vincent es una magnifica declaración de amor al arte y la prueba de que las obras de arte siguen viviendo después de sus creadores.