Hace unas semanas inauguraron la segunda sede de museo Louvre, esta vez no en Paris, sino a muchos kilómetros de distancia, es decir en Abu Dhabi y se trata pro supuesto de un acontecimiento histórico. Primero, porque el museo más visitado del mundo – y uno de los más antiguos – nunca había tenido otras sedes fuera de la capital francesa, donde se encuentra en pleno centro, en el suntuoso edificio entre rue Rivoli y el Sena. En segundo lugar, la inauguración de una sucursal demuestra la atención de la institución francesa hacia los mercados emergentes como el árabe, que creando un punete entre pasado y futuro, lleva la marca francesa donde hoy hay mucho lujo y negocios. Y luego por lo que concierne la arquitectura y la ubicación del Louvre de Abu Dhabi, que se podría describir como una catedral en el desierto, excepcional y única en su clase.
Basta con decir que la construcción del segundo Louvre duró diez años, un plazo muy prolongado para este sector hoy en día. La razón tiene que ver con el diseño futurista del edificio, ideado por el arquitecto francés Jean Nouvel, peor también con el lugar elegido para ubicar el museo, es decir la isla de Saadiyat, un sitio muy espectacular, que traducido significa literalmente “la isla de la felicidad”. Pero no fue fácil llevar a cabo la construcción del edificio, sino todo lo contrario: el nuevo Louvre tenía que haber abierto sus puertas ya hace cinco años, lo que significa que el plazo de producción se duplicó. El área se extiende por 24 mil metros cuadrados, está rodeada por hoteles y centros turísticos y otras atracciones de lujo. La forma muy moderna del edificio se caracteriza por una cúpula de 180 metros cuadrados que lleva casi ocho mil estrellas de metal plateado. Al interior hay una grande plaza central para acoger a los visitantes – que ya han sido más de cinco mil solo durante el primer fin de semana, y las entradas se habían agotado mucho tiempo antes – y dirigirlos hacia las distintas áreas de exposiciones, que de momento acogen casi seiscientos obras de arte procedentes de cada rincón del mundo.
El objetivo del nuevo museo es en efecto lo de ser una ciudad museo universal, una pequeña Babel que quiere mostrar las diferencias y las peculiaridades de la experiencia humana a través de un proyecto muy complicado (incluso a nivel conceptual) pero sin lugar a duda muy fascinante y exitoso, según los comentarios de los primeros visitantes del museo. El primer fue Emmanuel Macron que asistió a la inauguración del museo; es evidente que Francia esté en primera línea en un proyecto de este tipo, con el que tiene mucho que ver. El Louvre se instala en una lugar muy distante, exótico y símbolo del poder económico de estas décadas, como si fuera una marca cualquiera porque, hay que decir, en la actualidad muy a menudo se gestionan los museos como si fueran empresas. Por ello la marca en cuestión fue cedida para veinte años a los Emiratos Árabes por algo como mil millones de euro.
Sin embargo, más allá de los aspectos económicos de esta operación, Francia donó parte de su inmenso patrimonio artístico: entre las muchas obras expuestas en Abu Dhabi figuran un autorretrato de Vincent Van Gogh, el célebre La Belle Ferronière de Leonardo da Vinci, algunas obras de Paul Gauguin, de Tiziano, Pablo Picasso, Ai Weiwei y muchos otros. Culturas y épocas que se encuentran en un espacio futurista: una mezcla perfecta para todos los amantes del arte.
Además de la exposición permanente – veintitrés más un espacio para niños – habrán por supuesto varias exposiciones temporáneas, como en muchos otros museos. La primera de estas estará hasta finales del año y será centrada en las orígenes del Louvre de Paris y su sede original.
Por si tenías ganas de visitar Abu Dhabi, ahora tienes una razón de más para hacerlo.