En este blog hemos estado hablando a menudo de como la impresión 3D está afectando los ámbitos más distintos, desde el sector de las construcciones a los transportes a la medicina, rebajando los costes y el tiempo de producción sin afectar la calidad del producto final. Bueno, ahora se puede decir que este método de impresión, innovador y cada vez más difundido en contextos muy diversos, está a punto de conquistar el espacio. Sí, eso es: es la misma Boeing, la famosa empresa del sector aeronáutico y aeroespacial, que piensa a una posible aplicación de la impresión 3D como nueva solución para enviar en órbita, en un próximo futuro, satélites llevados a cabo con costes mucho más reducidos. ¿Será posible esto? Pues parece que sí.
Esta difusión es debida al rápido desarrollo de la técnica de la impresión 3D, hecho que permite aprovechar este tipo de tecnología para cualquier tipo de aplicación, incluso en el campo aeroespacial. La mayor ventaja de este tipo de impresión es rebajar los costes de producción, sin renunciar a la calidad del producto final, sino todo lo contrario. Para Paul Rusnock, el responsable de la división de satélites de la Boeing, la impresión 3D es una decisión inevitable dado que la única manera para mantener el sector rentable, según su punto de vista, es precisamente conteniendo los costes. Hay que tener en cuenta que la empresa de Seattle goza de una división encargada de diseñar y enseguida realizar satélites de grandes dimensiones, pero el coste de cada uno de ellos alcanza los 150 millones de dólares. Un precio enorme, por supuesto, que gracias a la impresión 3D se podría abaratar.
Sin embargo, no es sólo sólo por razones de costes, aunque así puede parecer. La impresión 3D permite además acelerar los plazos de producción y eso es todo un logro. En suma, Boeing logrará llevar a cabo más satélites con menos costes. Pero, en la otra cara de la moneda está la duración media de los satélites: si hoy en día alcanzan por lo menos ls 15 años de actividad, los de nueva generación podrán resistir unos siete u ocho años. Pero, como se dice, merece la pena. Sobre todo porque la tecnología se evoluciona mucho más rápidamente, piénsense por ejemplo con que frecuencia cambiamos nuestros smartphones o cualquier otra tecnología de nuestro día a día. Y si esta tecnología puede ser valiosa para el sector de los satélites, ¿por qué no aprovecharla entonces?